La inteligencia artificial: la invasión informática y los algoritmos en las decisiones concebidas tradicionalmente como humanas

Por: Gustavo Treviño Salinas

La inteligencia artificial es la capacidad que tienen los dispositivos digitales de aprender, razonar y decidir casi con plena autonomía mediante algoritmos y rutas de programación que se abren paso entre una maraña ingente de datos y servidores.

La instrumentación de la IA es en extremo atractiva. Infatigable e incapaz de distraerse, da respuesta y crea soluciones complejas a prácticamente cualquier solicitud o instrucción debidamente integrada en un prompt. El dispositivo y la plataforma digital harán el resto con un añadido: la aparente neutralidad o ausencia de cualquier fin, pues las máquinas no tienen sentimientos.

 

Sin embargo, habrá voces críticas y discordantes, quienes afirmarán que los programadores de algoritmos y vías que conducen a las respuestas o constructos que buscamos en la nube informática nos llevarán hasta un caballo de Troya preñado de fines y valores que influirán casi irremediablemente en nuestras decisiones, lo percibamos así o no.

La incesante innovación en el ámbito de las tecnologías de la información ha llegado a tal grado que nos han hecho vulnerables y dependientes de ellas, pues se han articulado con tareas tan rutinarias como el aprendizaje de nuevas habilidades y la búsqueda de respuestas a dudas de todo tipo; incluso, en cuestiones tan polémicas como la creación musical, literaria y artística en general, poniendo en entredicho la autoría de artículos académicos, formulaciones y procedimientos científicos y productivos.

La IA ha puesto estos y otros conflictos en un estridente debate sobre la ética profesional y la propiedad intelectual de lo que se produce con ella.

El campo laboral y las organizaciones sindicales

En el mundo del trabajo estamos frente a un escenario acelerado de reconfiguración laboral y temor permanente por los despidos que ocasiona. Hay innumerables ejemplos de desplazamiento del personal debido a la incorporación de dispositivos, plataformas digitales y medios robotizados en los procesos productivos y la administración empresarial.

Las áreas de selección y contratación de personal aducen que la logística productiva operada mediante IA es capaz de crear más y mejor en el menor tiempo posible que cualquier ser humano instruido para dar respuestas presenciales en muchos segmentos de la línea de producción de bienes o servicios.

Esa reconversión laboral es también una voz de alerta para los sindicatos, especialmente de las instituciones de educación superior, pues estos ya enfrentan el conflicto de contrataciones temporales de personal solo para atender labores vinculadas a necesidades en extremo especializadas que no forman parte de los ciclos convencionales de trabajo.

Esa práctica trae aparejada la afectación de los derechos laborales que por regla general fueron concebidos para empleos con rutinas permanentes que atan al trabajador a su lugar de trabajo con pocos cambios hasta que se den las condiciones de retiro o jubilación.

Los vertiginosos cambios en las competencias laborales deseadas promoverán la exigencia patronal para facilitar los despidos o, en el mejor de los casos, el desplazamiento de personal que a la vez deberá someterse a procedimientos de formación, actualización y certificación permanentes. La obsolescencia laboral corre en paralelo con la innovación tecnológica.

Es de esperarse también que en el corto plazo la legislación laboral incorpore distintos mecanismos de medición del trabajo. A las formas temporales para calcular la responsabilidad del trabajador y fijar salarios o criterios de cumplimiento —hora, día, semana o mes—, seguramente se sumarán criterios de evaluación laboral directamente vinculados a estándares de productividad cada día más exigentes y subjetivos.

“Renovarse o morir” es ya el grito de batalla en la disputa por los puestos y las promociones laborales.

Es probable que un conflicto adicional que los sindicatos enfrentemos en el futuro cercano será el embate contra las contrataciones colectivas, producto de fórmulas cada vez más individualizadas para definir los perfiles laborales, lo que multiplicará los estratos de desempeño laboral y redefinirá la competencia “uno a uno” para medir la eficiencia productiva y encauzar la conquista de méritos y cualificaciones.

Aunque esto no es un destino manifiesto, sí debemos estar preparados para los escenarios probables.

La IA, su impacto en la propensión al consumo y las decisiones políticas

Ante ese escenario debemos tener listas las vacunas: nuestra capacidad para analizar, criticar y reflexionar sobre la información con la que entramos en contacto, sus fuentes, los medios de verificación, los contextos y los intereses reales y aparentes que promueve.

El uso extensivo de plataformas informáticas, especialmente de redes sociales, nos ha hecho transitar de meros consumidores a ser productos comercializables por la capacidad que tienen las empresas especializadas para transferir contactos y perfiles de usuarios a nivel global con el fin de influir en las preferencias de consumo, pero también para aceptar o rechazar a los personajes o partidos que se disputan el poder político, entre otros fines.

Pareciera ser una afirmación exagerada, pero el camino que lleva al sufragio y al ejercicio de los derechos ciudadanos difícilmente se aparta del impacto mediático de un “aluvión” de estímulos dirigidos a través de las plataformas digitales que han sido el medio para diagnosticar el perfil político de los usuarios, teledirigiendo con precisión la información deseada.

Los algoritmos hacen su trabajo. Conocido nuestro perfil político y nuestra propensión al consumo, el bombardeo mediático, sin pretensiones éticas, llega al instante.

Sin duda, la tecnología vinculada a la IA en su interacción con las personas tiene grandes implicaciones éticas y sociales. No es razonable analizar solo su extraordinario potencial para resolver necesidades cotidianas de todo tipo y con un grado creciente de complejidad.

La IA es capaz de detectar patrones y anticipar todo tipo de comportamientos de los usuarios, entre ellos, los vinculados al consumo de bienes y servicios, creencias, actitudes ante el poder público y las preferencias político-electorales de los usuarios de las plataformas y dispositivos.

Más allá de facilitar la resolución de tareas con gran velocidad y precisión, la IA es ya, sin duda, una herramienta robusta con el poder de incorporar valores identitarios en nuestra conciencia para decidir y actuar en concordancia con los intereses de los diseñadores de esos algoritmos y rutas informáticas. Intereses preponderantemente económicos y políticos.